Por José Luis Rivero Zegarra.
Carpinteros, electricistas, comerciantes, vivanderas, artesanos, artistas y muchas ocupaciones con las que la población boliviana obtiene ingresos, están en situación de precariedad laboral, debido a que no tienen ingresos mensuales asegurados, no tienen derecho a la jubilación y menos al seguro de salud. Además del trabajador, la esposa y los hijos prácticamente sufren las consecuencias de esta ausencia de derechos laborales, conseguidos a través de las luchas obreras en siglos pasados.
Según datos oficiales, 87% de los trabajadores realizan sus actividades en precariedad laboral. Las personas trabajan sin horario, por más de 8 horas, como los taxistas, los vendedores, los fontaneros, cuya jornada se extiende a 12 horas y lo que es peor sin pago extra, como en el siglo 18. Sus ingresos son ocasionales o dependen de su rendimiento (comisiones) por lo que difícilmente pueden tener un plan de vida.
Otro aspecto de la precariedad laboral es la inestabilidad. Un trabajador no tiene asegurado su trabajo, no sabe si el mes siguiente conseguirá algo, los constructores no saben si la semana que vienen les van a cancelar. Los electricistas terminan su actividad y quedan a la espera de otra.
A su vez, no se tienen derechos laborales, como el aguinaldo de fin de año, las vacaciones y el finiquito. El trabajador y su familia, al no tener aportes en el fondo de pensiones, no tienen seguro de salud ni jubilación, son personas que deberán seguir trabajando hasta el final de su vida o hasta que su energía lo permita.
Las comunidades eran los espacios, en los que sus habitantes se hacían cargo de los huérfanos y los abuelos. Con la fuerte migración a las ciudades, dejaron a los abuelos sin protección y enfrentan situaciones muy delicadas en las ciudades. La cultura del “cuidado de todos” prácticamente ha desaparecido. Antes, las familias bolivianas eran bastante grandes con 3 a 6 hijos, podían hacerse cargo de sus padres adultos mayores, ahora según el INE el tamaño de familia en Bolivia es de 3,5; es decir, el padre, la madre y uno o dos hijos, por lo que constituye una carga social muy fuerte para ellos, asumir la atención de dos adultos mayores. La cultura de la previsión para la salud y la vejez, ha desaparecido. Del mismo modo la cultura de la vejez, no forma parte del imaginario de los jóvenes, no formulan un plan para cuando sean adultos mayores.
Mas información en: Programa 2. Punto de Llegada: Situación Laboral en Bolivia
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