Flora Tristan

El impacto de la Covid-19 en la economía boliviana

Por Sandro Gutierrez.
 
La contracción de la economía mundial debido a la Corona Disease 2019 (Covid-19) ya es un hecho. El grado de dicha contracción variará en cada país en función del número de infectados, de la velocidad con que se propague la infección, de la efectividad de las medidas de confinamiento y aislamiento social que se apliquen, de la inversión y equipamiento de la sanidad pública, de las medidas económicas que se asuman para transitar hacia la normalidad y reactivar la economía en un contexto de pandemia permanente, al menos a mediano plazo, hasta que haya un tratamiento definitivo.
 
En relación a la situación económica de Bolivia, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha estimado que la contracción económica para el 2020 será equivalente al -3% del Producto Interno Bruto (PIB) de 2019; en tanto que el Banco Mundial (BM) ha estimado que dicho indicador decrecerá en -3,4% en dicho año para, posteriormente, alcanzar una tasa de crecimiento del 3,7% y 3,4% los años 2021 y 2022 respectivamente. Sin embargo, el Banco Mundial acaba de modificar su estimación y señala que la contracción del PIB boliviano será del -5,9% el 2020.
 
A estas estimaciones cabe acotar otro hecho que puede agravar la contracción de la economía boliviana. Se trata de las exportaciones bolivianas de gas natural a Brasil y Argentina. En la segunda quincena de marzo, unos días antes de decretarse la cuarentena y la paralización de actividades económicas no esenciales, se anunció el descenso del valor de las exportaciones de gas natural con la consiguiente reducción de los ingresos fiscales; que en el caso de Brasil repercutirá mucho más por la disminución de los volúmenes de exportación a una tercera parte (10 millones de metros cúbicos día) en relación a las cantidades reportadas hasta septiembre de 2019. A esto se suma la caída de los precios internacionales del petróleo cuyas regalías son un ingreso importante para el presupuesto público del país.
 
Para el análisis de la recuperación de la economía boliviana se recurrirá a modelos económicos desarrollados para el contexto de la actual pandemia [1]. El escenario “V” relata que, una vez levantada la cuarentena y sus restricciones, casi inmediatamente se observaría la recuperación económica con la reanudación de las actividades productivas, lo cual es muy poco probable debido al deterioro de la salud de las/los trabajadores, a la nula protección social con que cuentan y al colapso del sistema público de salud. El escenario más probable es el denominado “U”, que señala que luego del descenso de la producción en el segundo semestre de 2019, estos niveles bajos de producción -debido a la lenta flexibilización de la cuarentena- se mantendrían durante gran parte del tercer trimestre, para comenzar a crecer recién en el cuarto trimestre del 2020.
 
Otro escenario también probable es el “W”, es decir, aquel donde la flexibilización de la cuarentena es más rápida ocasionando que la economía comience a recuperarse el tercer trimestre del 2020, pero con el serio riesgo de que el distanciamiento social sea menos efectivo y con ello el número de infectados suba, colapsando el precario sistema de salud y obligando a limitar nuevamente las actividades económicas al finalizar el tercer trimestre o al comienzo del cuarto. Estas tendencias, con carácter más ilustrativo que de precisión numérica, están reflejadas en el Grafico N° 1.
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística (2020).
Nota: El descenso de la producción, el primer trimestre de 2020, ha sido estimado teniendo en cuenta los valores históricos y la constancia de que los valores que se alcanza siempre son menores a los logrados en el cuarto trimestre de la gestión anterior por la lentitud de la inversión pública, que principalmente reinicia actividades anuales. El descenso del segundo trimestre se explica por el impacto de la caída del valor de las exportaciones de gas natural y las medidas de confinamiento. Los valores del tercer y cuarto trimestre han sido estimados suponiendo distintos ritmos de flexibilización y grados de efectividad del confinamiento.
 
En la escala del PIB anual, el escenario “V” implica un decrecimiento de la economía en el rango de lo estimado por el BM y la CEPAL para el 2020, y una recuperación rápida los años 2021 y 2022; los escenario “U” y “W” implican tasas de decrecimiento entre el 5% y el 7% para el año 2020 y, por ende, una más lenta recuperación los años siguientes. Tendencias que con carácter ilustrativo se reflejan en el Gráfico N° 2.
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Estadística (2020)
En general, la profundidad del decrecimiento el año 2020 dependerá de cuánto se tarde en resolver el problema sanitario, principalmente en lo referente a la dotación de equipos e insumos médicos, de la protección al personal de salud en el ámbito nacional, de la realización de test masivos a la población, y la mejora en el conocimiento del COVID-19 y los mejores procedimientos para su curación a infectados en el ámbito internacional.
 
Entonces, la recuperación económica está en función del estado de avance o retroceso de la pandemia a nivel nacional e internacional; es decir, el avance o retroceso del COVID-19 marcará el ritmo y profundidad de la crisis económica y su posible recuperación. En este sentido y con mayor especificidad, la CEPAL señala:
 
“De acuerdo con la intensidad con que se verían afectados por las medidas de contención, hay tres grupos de sectores con pesos muy diferentes en el PIB según los países; estos pesos se estiman de forma directa sin considerar impactos secundarios o intersectoriales:
 
i) Los menos afectados: agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca.
ii) Los medianamente afectados: explotación de minas y canteras, industrias manufactureras, suministro de electricidad, gas y agua, construcción, intermediación financiera, inmobiliarias, servicios empresariales y de alquiler, administración pública, servicios sociales y personales.
iii) Los más afectados: comercio al por mayor y al por menor, reparación de bienes, hoteles y restaurantes, transporte, almacenamiento y comunicaciones, servicios en general” (CEPAL; 2020).
 
En el caso boliviano, como también corrobora la CEPAL, los sectores menos afectados solo representan el 14,4% del PIB, los medianamente afectados el 65%, y los más afectados 20,6%. Estos indicadores que ratifican una vez más lo fuerte que puede ser el impacto de la Covid-19 en la economía boliviana, también señalan hacia donde deben orientarse las políticas de protección de las actividades económicas y, pasada la crisis sanitaria, las políticas de fomento a la producción.
 
A este respecto cabe anotar que en Bolivia se han emitido una serie de medidas económicas destinadas a sostener a las familias que durante la cuarentena han visto cortado su flujo de ingresos, la postergación de pago de deudas, el diferimiento del pago de impuestos y la reducción del canon de algunos impuestos, entre otras; todas ellas tienen por denominador común, su carácter puntual y de cortísimo plazo, como si la crisis económica generada por la Covid-19 fuera a desaparecer al terminar el problema sanitario. En este marco, hace falta políticas económicas de mediano plazo, que comprendan la problemática económica más allá del 2020 y asuman las medidas económicas en esa perspectiva.
 
La política sanitaria y económica del actual gobierno puede ser analizada a partir del Decreto Supremo 4229 de 29 de abril 2020 que establece el reinicio de actividades económicas de manera diferenciada por regiones de acuerdo a la situación en la que encuentre la expansión de la pandemia, para situaciones de riesgo alto, medio y moderado; y  del DS 4245 del 28 de mayo de 2020, en donde se delega la obligación de asumir las medidas necesarias para mitigar la propagación de esta enfermedad a los Gobiernos Autónomos Departamentales y  Gobiernos Autónomos Municipales, en el marco de sus atribuciones y competencias. En ambas normas, en el artículo 5°, se aclara que se dará continuidad a varias actividades económicas “independientemente de las condiciones del nivel de riesgo” (textual), lo cual ya implica una enorme contradicción entre nivel de riesgo y actividad económica permitida.
 
Otro hecho a tener en cuenta es que los objetivos de la cuarentena, en relación a “ganar tiempo” para preparar y aumentar las capacidades de atención del sistema de salud, no se han alcanzado, o solo muy parcialmente. En concreto, no se ha logrado aumentar el número de camas para cuidados intensivos, tampoco se ha implementado todos los laboratorios previstos, ni se cuenta con la cantidad de reactivos necesarios para realizar los análisis de detección de la enfermedad a mayor escala.
 
De acuerdo a los parámetros de la OMS, debe existir un hospital de tercer nivel por cada 75.000 habitantes, lo que significa que a la fecha Bolivia debería contar mínimamente con 149 nosocomios en pleno funcionamiento. Sin embargo, hoy apenas existen 34 hospitales públicos en los diferentes departamentos del país, sin tomar en cuenta los 45 hospitales de propiedad de la Iglesia Católica, de la empresa privada, la Caja Nacional de Salud y otros pertenecientes a la Seguridad Social, dando un total de solo 79 hospitales de tercer nivel. La situación empeora respecto a equipamiento y suministros. El Secretario General del Sindicato de Ramas Médicas de Salud Pública (Sirmes La Paz), Fernando Romero, sostuvo que, de los 34 hospitales de tercer nivel en Bolivia, sólo el Hospital del Niño de la ciudad de La Paz está calificado, el resto no cumple las exigencias mínimas para ser hospitales de esa categoría.[2]
 
Hace dos semanas se inició otra etapa de la Cuarentena Dinámica sin Restricciones mayores, salvo las que regulen las entidades autónomas departamentales y municipales, de acuerdo a su nivel de riesgo. Según el 7mo Reporte del Índice de Riesgo Municipal COVID-19,  la situación está empeorando en varios municipios: 71 municipios con Riesgo Alto, 175 municipios con Riesgo Medio y 93 municipios con Riesgo Moderado. A la fecha, 23 de junio, se tienen 25.493 casos positivos de COVID-19: en Santa Cruz, 568 nuevos contagios, en La Paz 138, en Potosí 118, en Oruro 111, en Beni 66, en Cochabamba 61, en Tarija 29 y en Pando 14. O sea, notoriamente esta flexibilización de la cuarentena está ocasionando que la Covid-19 se expanda más rápido por lo que algunos municipios están endureciendo nuevamente las medidas de confinamiento, lo cual impactará negativamente la economía. [3]
 
Es decir, muchos trabajadores formales e informales están saliendo a su fuente laboral con una alta probabilidad de ser contagiados con Covid-19. A estas contradicciones, se suma la falta de una política de protección social a mediano y largo plazo, y la presión que ejercen sectores de empleadores para no asumir la responsabilidad de reiniciar sus actividades económicas como sucedió  con el retroceso de la Autoridad de Supervisión de la Seguridad Social de Corto Plazo al no considerar al Covid-19 como un accidente laboral. Si a esto se adiciona la determinación tajante del Ministerio de Salud de limitar la realización de test masivos a la población, y el casi ningún avance significativo en la implementación de Unidades de Terapia Intensiva, agravado por el reciente escándalo de corrupción en la compra de ventiladores; el escenario más probable después de mayo de 2020 consistirá en una escalada exponencial de personas contagiadas a un ritmo mucho mayor que el presente.
 
Este escenario – que es el más probable – obligará a las autoridades a reimplantar otros ciclos de cuarentena más o menos largos y restrictivos hasta que la aplicación de una vacuna modifique radicalmente el ritmo de expansión de la pandemia. Estamos hablando entonces de un horizonte de 12 a 18 meses de emergencia económica y sanitaria a nivel nacional. Por tanto, el escenario probable será el de una caída de la economía en “U”, pero con la parte baja de la curva prevaleciente durante el período 2020 y 2021, año en el que se espera que se implante una posible vacuna a nivel mundial.
 
El escenario mundial incluso se prepara para una recuperación en forma de L. Este tipo implica una recesión de la economía y su posterior recuperación. «Concretamente, aquella recesión que se produce de forma pronunciada y cuya recuperación es muy lenta», explican desde SelfBank. En este caso, la recuperación de indicadores macroeconómicos como el empleo o el PIB puede durar años, o incluso décadas. «Es la forma de recesión y recuperación más dramática que existe: la caída suele ser drástica, pronunciada y envuelta de crisis y pánico; mientras que la recuperación suele ser tan lenta que a veces incluso es referida como un periodo de depresión», indica la firma.[4] 
 
 


[1]Para el análisis de la recesión económica ocasionada por la COVID 19 se tiende a escoger la letra que más se parezca al gráfico de la tasa de crecimiento del PIB en el tiempo, que pueden ser V, W y U.  El escenario V describe una caída del PIB precipitada, con un ápice breve y un repunte empinado. Para más información revisar aquí https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52267326.
[2] https://www.paginasiete.bo/sociedad/2020/5/2/bolivia-precisa-115-hospitales-mas-para-cumplir-parametros-de-oms-254328.html
[3] Este índice permite clasificar a los municipios según el nivel de riesgo establecido en el Decreto Supremo Nº 4229. Ver 7mo. Reporte aquí: https://www.minsalud.gob.bo/component/jdownloads/send/29-indice-riesgo-covid19/471-indiceriesgosem24
[4] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/03/17/economia/1584443617_796884.html